domingo, 17 de junio de 2012

El verdadaro valor del anillo

           Hoy voy a transcribir otra historia  del libro "Déjame que te cuente" de Jorge Bucay, titulada El verdadero valor del anillo, en ella se nos habla de la necesidad que tienen muchas personas, de obtener reconocimiento y valoración por parte de los demás, llegando incluso a obsesionarse de tal manera que se consideran poca cosa, poco importantes, torpes e ineptos, aquello que llamamos baja autoestima, personas que toman en consideración la opinión de "cualquiera" lo que a menudo les lleva a sentirse aún peor.  La historia comienza así:

Nº 2: EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

         -Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

         El maestro, sin mirarlo, le dijo: "Cuánto lo siento muchacho.No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema: Quizás después..." Y, haciendo una pausa, agregó:" Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar."

       -E...encantado, maestro, -titubeó del joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

       -Bien - continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que parar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

       El joven tomo el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer  el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchcho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastan te amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

      Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso montó en su caballo y regresó.

      Entró en la habitación -Maestro- dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

     -Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro- Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar a caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que  él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con el anillo.

       El Joven volvió a cabalgar.

       El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.

      ¿Cincuenta y ocho monedas de oro? exclamó el joven.
      -Si, replicó el joyero. Yo se que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas de oro, pero si la venta es urgente....

       El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

       -Siéntate - dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
       Y diciendo ésto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.

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